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Monseñor cipriani, foto aciprensa

Monseñor Cipriani, en medio de la ira

el temor que genera en los que viven llenos de odio

Publicado: 2016-09-13

Resulta impopular para los que se han adueñado de algunas columnas de opinión en determinados medios de comunicación, que alguien diga lo que piensa, si es en favor del Arzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani.

Peor aún, la lluvia de ofensas e insultos no dejan de parar cuando uno responde tratando de hacer entender a los expresivos detractores de la Iglesia, que si bien ellos tienen derecho a criticar y enjuiciar con sus opiniones, ese mismo derecho nos asiste a los que tenemos otras formas de pensar.

Como soy amigo de Juan Luis, comienzo por decirlo. 

Lo conozco desde que estaba yo en el colegio y junto a Don Manuel Tamayo sacerdote y también Recoletano- compartimos muchos momentos de Fe, deporte, estudio y alegría.

Durante el transcurso de la vida he sido testigo de la tenacidad y entereza de Juan Luis - siempre lo he llamado por su nombre, aún siendo Arzobispo - y creo que el ejemplo de su apostolado está lleno de virtudes y ejemplo.

Le pedí en alguna ocasión que celebre las Bodas de Plata de mis Padres, y también las Bodas de Oro. Cuando estuvo en Ayacucho, vino a Lima especialmente para mi matrimonio.

En consecuencia, tengo eso que llaman sesgo por la amistad.

Como amigo, he conversado muchos temas con Juan Luis, asuntos dolorosos y otros llenos de felicidad. Siempre he respetado su dirección espiritual y lo que representa para nuestra Iglesia.

Con el paso del tiempo y sus obligaciones, nos vemos muy poco, ocasionalmente, pero no dejo de leer lo que escribe, de escuchar lo que dice y también, de leer y escuchar lo que dicen de él algunas personas cuyas palabras y letras están llenas de un odio y violencia que sobrepasa todo extremo.

Por ejemplo, he visto en el Diario La República la columna de Augusto Alvarez y en verdad, me parece excesiva su obsesión contra el Cardenal. No creo que La República comparta la misma tendencia de enfrentamiento, por más que sea un diario no precisamente afín a las posiciones de Cipriani o a las mías.

Alvarez ha compuesto un discurso donde toda palabra del Arzobispo debe ser condenada, rechazada y si es posible, puesta en un archivo para que sirva de argumento y se le expulse de su cargo como Primado de la Iglesia Católica.

Es más, pide que no culmine su labor apostólica y que sea removido antes de llegar a la edad límite de su responsabilidad.

En mi opinión, si lo pidiera un crítico limpio, le daría margen de respeto. Pero al señor que ha escrito esa columna, lamento no cederle ni una nota de atención.

Muy moral debe ser quien habla de moral y no se mira en el espejo de su trayectoria, como para andar tirando insultos a un Pastor de la Iglesia.

Si Juan Luis es conservador y además representa una serie de adjetivos bastante repulsivos, que lástima que se los endilguen. Es opinión de unos, no de otros, no de todos.

Si se hiciera - como dice Alvarez, el de apellido compuesto - una votación para saber si los Católicos apreciamos al Cardenal o preferimos un cambio, sería una suposición absurda porque la Iglesia no funciona de esa forma y Alvarez debería saberlo, ya que pasó por la primera comunión y alguna vez por el confesionario.

Polemizar sobre ideas o propuestas es sensato, pero Alvarez no lo hace. El irradia un disgusto, una mezcla de resentimiento y carga emotiva imprudente contra el Cardenal. Ese es su derecho, yo sólo lo comento desde mi punto de vista.

Si se hiciera una votación para decidir qué piensa la gente del apoyo de Alvarez a Humala y Nadine, seguramente el noventa y  nueve por ciento elegiría condenarlo. 

A Monseñor Cipriani lo ponen en medio de la ira, está bien, es parte de su vida en la Fe, algo que no entiende ni aprecia Alvarez.

Nadie puede afirmar que Juan Luis - mi amigo, Cardenal de mi Iglesia - es ladrón o vende su pluma al mejor postor. Nadie puede decir que todo lo que él afirma es una orden para todos cuando se trata de su opinión, con el peso que tiene para nosotros los Católicos, que dicho sea de paso, podemos discrepar.

El referendum, el poner al voto una iniciativa, se puede discutir -qué duda cabe - pero de allí a ofender, tratar de llenar de odio a las personas, desmerecer el trabajo apostólico de un sacerdote, es un exceso que rebasa la tolerancia.

Si el señor Alvarez es un cura frustrado como Arana o un pecador empedernido como algo del pasado, es su forma de vida, es su historia, no la del Cardenal.

Si cree que Cipriani está equivocado en todo, está bien que lo diga, que escriba lo que piensa que se debe discutir, pero que amarre sus odios y sus iras porque los lectores y los electores no tenemos que encontrar esa secuencia de enfrentamiento absurdo en un Diario de respeto, como lo es para mi y para muchos La República, así pensemos diferente, pero en Libertad.

Justamente la Libertad une, el odio destruye, la pluma con sangre no escribe letras de diálogo.

Tenemos Cardenal, Juan Luis Cipriani, sacerdote. Así se molesten los que odian a la Iglesia, los que se fueron de ella, los que quieran destruirla o los que siendo tal vez católicos a su manera, piensan diferente.



Escrito por

Ricardo Escudero

Director del Instituto del Ahorro y de ACGA Gobierno Abierto. Opiniones personales.


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