Me he tomado el trabajo de leer cerca de cien mensajes en tweeter, provenientes de personas que tenía la idea, eran gentes defendiendo los derechos de otros, luchando por la dignidad de todos, llevando una bandera de dialogo, paz y entendimiento desde sus ubicaciones profesionales como periodistas, comunicadores como dicen ahora. Pero me he quedado asombrado del odio en sus palabras hechas letra, en sus expresiones cargadas de un sabor amargo que, sin introducirme en sus vidas, quisiera llegar a comprender para hablarles y ayudarles, sin ser yo, alguien mejor que ellos.

Si esos periodistas creen sinceramente que la vida comienza cuando uno nace luego de varios meses de embarazo, pues que sigan creyendo en ello, no importa. Pero si afirman eso, solo porque les da cólera que quien diga lo contrario, que la vida comienza en la concepción, es el Cardenal, un Pastor evangélico, o un político que no les agrada, no es sostenible decirlo y menos con tanto odio y violencia, que provoca –cómo no pues- respuestas cargadas de otro nivel de resentimiento y ardor.

No es necesario pelear por ponerle etiquetas a lo que uno cree, ni yo que pienso diferente, ni ellos que sostienen algo distinto. Por eso déjennos defender la vida, no se molesten por favor si salimos un sábado a la calle pidiendo todos los permisos y guardando respeto por las leyes. No estamos solicitando ni exigiendo que los fusilen a ustedes por pensar diferente, no pedimos cárcel o censura y si se interpreta algo en ese sentido, no se confundan, no generen confusión, pregunten en todo caso y se les explicará.

Defender la vida es el mensaje, la tarea, la actitud, juzguen ese mensaje, no un comportamiento aislado si es que lo han observado. Y nosotros, que somos dueños de nuestra Fe, seguiremos rezando mucho por ustedes, queridos hermanos.